jueves, 22 de octubre de 2009

¿Quien manda en casa?



El manejo del poder en el matrimonio es un tema controvertido que puede causar dificultades en las parejas. Se dice que por nuestra cultura machista, los hombres suelen tener la autoridad, sin embargo, esa ya no es la generalidad, las mujeres han ido ganando terreno, ahora son más influyentes en su hogar. No obstante, el trabajo conjunto donde el poder es repartido entre ambos cónyuges, es una opción cada vez más acogida.

Autoridad vs Autoritarismo

Cuando uno de los dos cónyuges es el que manda, decide sin pedir opiniones ni consejos, determina qué se hace y como, no tiene en cuenta los deseos, necesidades, sentimientos de los demás, lo más seguro es que en ese hogar se viva un ambiente tenso, frío y temeroso.

En una familia sana, debe existir una relación complementaria, donde la toma de decisiones sea consensuada, llegar a acuerdos comunes y ver qué es lo que más conviene a todos.

Cuando hay abuso de poder, cualquiera que sea el contexto, existirá una relación de subordinación que no es para nada recomendable. Como matrimonio que son, el trabajo en equipo es el que debe primar. En la pareja los dos tienen derechos y la capacidad de conducir el hogar y formar a los hijos. La comunicación debe ser profunda y el poder debe estar distribuido entre ambas partes, de lo contrario no tardarán en aparecer los conflictos.

El reparto del poder

El poder y la autoridad no son elementos maléficos, realmente “lo malo” es cuando no hay repartición de éste, cuando está concentrado en uno solo, cuando no hay consenso sino imposición. También se presentan conflictos cuando ambos cónyuges quieren mandar en la misma área, pues es ahí cuando se presenta la lucha por dominar.

Lo ideal entonces es la negociación, el debate con argumentos dentro de un ambiente de respeto y apertura de mente, donde se escuche al otro y después de evaluar los pros y contras, llegar a una decisión conjunta.

Pero, ¿cómo hacer el reparto del poder?. No es cuestión del sexo, sino de las capacidades de cada quien. Anteriormente era el hombre quien se encargaba del trabajo y conseguir el sustento económico y la mujer se dedicaba al hogar y crianza de los hijos. Ahora esto ha cambiado mucho, ya se han derrumbado algunos paradigmas y las parejas se han dado cuenta que esta repartición se debe hacerse en base a las bondades de cada quien y no en el sexo. Por ejemplo, hay mujeres muy organizadas para administrar las finanzas familiares, la cual era un tarea ejercida únicamente por los hombres.

Es difícil pero no imposible

Sería un engaño decir que el reparto del poder es una tarea fácil. Se tendrá que tener mucha humildad y dejar a un lado la actitud competidora (propia del mundo actual). La negociación es la única forma de impedir que se abuse del poder, por tanto, el diálogo asertivo es la mejor herramienta para lograrlo.

Así como expone Aquilino Polaino-Lorente en su artículo de arvo.net: “Hombre y mujer son diferentes y, sin embargo, iguales. El sentido de esas diferencias se encuentra, precisamente, en la complementariedad y no en la competitividad. De ahí que deban buscar entre ellos la suma y la multiplicación, y no la resta y la división”.

Además añade: “Y no sólo eso, sino además conocer y conocerse mejor, de manera que la distribución de funciones y papeles entre ellos sea lo más acorde posible con sus respectivas habilidades y destrezas”.

El objetivo: el bienestar de la familia

Comúnmente vemos que una vez se inicia la discusión, como seres humanos que somos, sale a flote el ego y la mal llamada dignidad. Damos la pelea hasta las últimas consecuencias con tal de “llevarse el punto”.

Esta actitud enceguece y hace que perdamos el norte. Cuando esto suceda, hay que tener presente qué es lo que se quiere lograr y para qué, seguramente la respuesta será: el bienestar familiar, lo que nos hace recordar la conocida frase “debe primar el bien colectivo, sobre el bien individual”.

Fuentes: arvo.net, laprensa.com

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